Texto para el catálogo de la exposición "El final del Eclipse"
Desde hace unos años guardo una noticia que recorté de un diario londinense: “Bebé muerto debajo de babysitter borracha” (Baby died beneath drunk babysitter). Al parecer la niñera había bebido unas sidras de más y se había recostado sobre el sofá sin percatarse de que el bebé que cuidaba estaba también allí (me pregunto quién, además de los implicados en la tragedia y yo mismo, recuerdan la historia).
No importa ahora qué hice con esa historia. La cito aquí porque hay en ella dos aspectos que generalmente atraen mi atención: el accidente y el desecho. Uno hace alusión a la historia en sí; el otro, a lo que ocurre con esa historia después de ser leída en el periódico.
La trágica historia del bebé es uno de los infinitamente improbables accidentes sobre los que se construye la realidad. Es vertiginoso pensar en la cantidad de variables que se ajustaron para que ese hecho sucediera: la salida de los padres, la cantidad de alcohol, el lugar en el sillón, la hora, un pequeño desplazamiento del bebé. La única diferencia con otros hechos quizás menos trágicos, es que por sus características aparece en el periódico y así se hace noticia.
Pero la notoriedad de la historia es efímera: la noticia se olvida al instante siguiente cuando el lector da vuelta la página y el bebé se pierde entre políticos, caballos de carrera o personajes de historieta, y se transforma así en desecho, como el mismo papel del periódico. Se cierra rápidamente el círculo: conocimiento, terror y olvido.
No puedo explicar aquí por qué dirijo mi atención hacia eso que indefectiblemente es dejado de lado: los márgenes, las noticias policiales y las frases pretenciosamente poéticas que ilustran sus escenas del horror, las palabras sacadas de contexto, los mensajes de amor perdidos en el periódico, los textos de la publicidad, los obituarios, los nombres que aparecen después del FIN en las películas, los textos que nadie lee. No puedo explicarlo porque no tengo la más remota idea del por qué, y no creo que eso sea lo más importante.
Viéndolo con cierta distancia, no hay tanta diferencia entre este tipo de desecho y las chapas o maderas que recogía de la calle y con las que construía objetos diez años atrás. Son quizás residuos pertenecientes a diferentes categorías, pero residuos al fin. Me pregunto si el trabajo sobre el desecho no será una forma primitiva y degenerada de la fotografía; de hecho ambos pretenden detener o retrasar el deterioro y la desaparición.