Imágenes y sonidos en tensión
Uno de los artistas argentinos de mayor repercusión dentro y fuera del país presenta su obra reciente: diez piezas que ofrecen nuevos sentidos al poner la lógica en tensión
Para llegar a una poética a través del terreno específico de la imagen, Macchi primero establece relaciones básicas con los objetos. Esas relaciones pasan por la física: luz, contraste, sombra, tensión, materiales, resistencia, peso... Los elementos cotidianos cambian de función. Cada nueva obra establece conexiones elementales y nuevas en su funcionamiento, donde la primera ruptura sutil se produce tanto con las relaciones entre los objetos como en el modo en que son percibidos. En su producción el arte es un resto que se filtra por los orificios de la realidad y, del mismo modo, aunque invirtiendo los términos, la realidad es un resto que se cuela por los agujeros del arte.
Cada trabajo del artista tiene como punto de partida la ruptura de la lógica cotidiana: abre un rumbo en la secuencia rutinaria de la cotidianidad.
Jorge Macchi ha venido construyendo una impecable trayectoria local e internacional y cuenta con un enorme reconocimiento: en 1990 ganó el primer premio de la Fundación Nuevo Mundo (Museo Nacional de Bellas Artes). En el ’93 ganó el premio Braque, lo que le permitió una larga estadía en Francia. En 1998, la Asociación de Críticos le dio el premio al mejor artista joven. Ese año también ganó un subsidio a la creación de la Fundación Antorchas. En 1999 obtuvo el premio Leonardo (MNBA). En el 2000 ganó el primer lugar del Premio Banco Nación y una beca del Fondo Nacional de las Artes. En 2001 obtuvo la beca Guggenheim. Simultáneamente, Macchi logró acceder a una serie de residencias en universidades y programas artísticos de gran nivel, en Holanda, Inglaterra, Alemania e Italia, y eso le permitió proyectar una carrera internacional a través de muestras individuales en galerías, museos y centros culturales del mundo y participar de grandes muestras grupales y temáticas. En estos años su obra también forma parte de importantes colecciones internacionales.
En 2005 estuvo presente con dos instalaciones en la Bienal de Venecia: por una parte, como invitado de los organizadores al pabellón central (Padiglione Italia) y, por la otra, en el Palagraziussi (antiguo Oratorio de San Filippo Neri), como envío oficial argentino a la muestra Veneciana.
En su nueva muestra el artista presenta diez obras austeras, visualmente despojadas y conceptualmente muy agudas. “Si esta exposición fuera un libro –se dice en la presentación– sería una colección de diez relatos breves antes que una novela compuesta por diez capítulos. La diferencia de los medios utilizados para cada uno de ellos pareciera romper con la idea de unidad de una supuesta novela. Sin embargo, como en muchos libros de relatos, hay en estas diez obras sutiles líneas que las conectan entre sí y que establecen nexos con el resto de la producción de Jorge Macchi: el azar, la descontextualización, los mínimos desplazamientos de sentido, el acento puesto en lo marginal o en el residuo, el contraste entre lo efímero y lo permanente.”
Esos “diez relatos breves”, sin embargo, responden al gran relato de la obra de Macchi.
En el video Streamline (del inglés: “trayectoria de una corriente sin obstáculos”; “perfil aerodinámico”), la imagen fija sobre un recorte de una avenida de cinco carriles luce, rebatida, como un pentagrama en negativo o, más apropiadamente, como las cuerdas de un instrumento musical. Sobre cada carril, los automóviles pasan aleatoriamente como bólidos y atraviesan de izquierda a derecha velozmente la pantalla, trazando una secuencia irregular e indeterminada. Cada auto es distinto: colores, tamaños, formas, velocidades. El sonido de este video está compuesto por una partitura incidental del músico Edgardo Rudnitzky, con quien Macchi trabaja hace ya varios años (incluida su colaboración en oportunidad del envío argentino a la última Bienal de Venecia, en 2005). En esta obra la ciudad, el núcleo mismo del movimiento de la ciudad, su tránsito, la circulación de autos –fuente de los accidentes que tanto obseden la obra de Macchi a lo largo de los años– funciona como partitura y los autos constituyen una particular notación musical. El paso fugaz, único, puntual, es la base de la composición visual y auditiva. Este video tiene como antecedente uno anterior, Caja de música, exhibido en 2004 en la Bienal de San Pablo. Si en aquella obra la música estaba compuesta siguiendo puntualmente el esquema irregular de la aparición de los autos en la imagen y la altura de los sonidos dada por la posición de esos automóviles con respecto a las cinco líneas de carriles de la avenida, en este nuevo trabajo la partitura sólo toma el esquema rítmico. De modo que el paso de los autos es leído como una notación musical que da como resultado una pieza para cuerdas frotadas. Sonido e imagen combinados componen una pieza propiamente ciudadana.
La obra Atlas, definida por el artista como una “pesadilla cartográfica”, está formada por un conjunto de marcos de mapas antiguos, vaciados, que producen múltiples intersecciones y cruces. Los mapas están atravesados de un modo aleatorio por hilos que se anudan, mezclan y confunden. La pesadilla sucede desde el momento en que esos hilos (verticales y horizontales) evocan paralelos y meridianos, completamente embrollados. Longitudes y latitudes, y por lo tanto la representación de coordenadas de tiempos y espacios, se enloquecen: esta representación de mundos posibles –contiguos y superpuestos– supone lógicas y funcionamientos caóticos.
La obra puede leerse no tanto como un modelo teórico de loca geografía, sino más bien un modelo cartográfico que responde y, por lo tanto, representa las proyecciones y coordenadas del estado actual del mundo.
Hotel, según dice el artista, “es un recuerdo. Está oscuro y la única luz viene de una lámpara adosada a una pared pintada con motivos decorativos de color azul. El dibujo, que es nítido cerca de la lámpara, se desvanece a medida que se aleja de ella”. La pieza, y en parte por la aureola nostálgica y decadente –con un humor cercano al de los hermanos Coen en el cine–, parece la transcripción del funcionamiento fisiológico de la percepción y la memoria al campo de las artes visuales. La luz (bombitas y portalámparas que imitan velas) está apagada, sin embargo la guarda azul, desvaída hacia los bordes, marca los límites difusos, ya no propiamente de la luz, sino más bien de ambas capacidades (percepción, memoria) y al mismo tiempo que la obra, como dice el artista, “es un recuerdo”, también es un obra sobre los procesos mentales mediante los que se fija, conserva, evoca y recupera el recuerdo.
5 notas consiste en una hoja pentagramada que pende sobre la sala atravesada por cinco cables de acero tensados contra dos extremos de la galería. Esos cables atraviesan los pentagramas del papel en puntos que se leen como notas musicales. Cinco sonidos que duran un instante pero que los tensores de acero prolongan metafóricamente. Sonido y tensión están nuevamente en juego, como en varias de las piezas del artista que incluyen o generan una banda sonora. El artista busca fuentes inusuales para producir música o, en un proceso inverso, traduce en términos físicos y visuales, una serie de sonidos ausentes.
Otro de los recursos del artista es tomar textos extraídos de la trama urbana, de manera que la ciudad se transforma en relato. Ese texto, Macchi lo despliega en pequeñas grageas. Palabras o frases sueltas que forman parte de textos publicitarios y que aisladas de sus contextos originales funcionan como una suerte de voluntad expresiva, de poema oculto entre las paredes de los edificios, de mensajes perdidos hasta que alguien los rescata. Paradójicamente, el carácter oculto lo es sólo en el sentido, porque las palabras y frases recortadas y exhibidas aisladamente provienen de anuncios gigantescos y por lo tanto notorios. Es el caso de Windows, donde dos fotografías recortan las frases “La emoción” y el “El dolor”. Las ventanitas que aparecen (sobre y bajo las letras) en las medianeras revelan sendos mundos detrás de las paredes que bien pueden ser sujetos de aquellas frases. (En la galería Ruth Benzacar, hasta el 28 de abril, inclusive.)